Sobre Jero Maldonado

Seleccionar obra adecuada, para exponerla casi de inmediato, entre la ingente producción inédita del pintor Jero Maldonado, es una tarea nada fácil, desde el momento en que hay que reservar - entre tanta carpetas y cuadernos de dibujo - quince o veinte imágenes de ritmos complementarios que lo representan ecléctica y cumplidamente. Un grupo de amigos artistas, en la hora del poniente que oscurece el jardín de su casa-museo, decide elegir esas pocas piezas, que él mismo extiende en el suelo, y las propone ahora como imagen actual y vívida del pintor con perfil cualitativo estable y descastado no solamente dentro de su generación, sino en la perspectiva regional posterior a los años 90.

Fragmento del texto de Angel Sánchez (22-01-04), "Alerta en las Esferas"

viernes, 2 de abril de 2010

SILENCIO, LA TIERRA VA A DAR A LUZ UN ÁRBOL

I
LA MADRE

Miré el reloj, eran las doce y cuarto. Me senté sobre unas cajas vacías frente al cuadro, quise vencer el vértigo que me produce la belleza y abrí el libro al azar: “El artista debe tener algo que decir porque su deber no es dominar la forma sino adecuarla a un contenido ” (1). Me atuve al dictamen de Kandinsky, ¿Qué decían las figuras, el color, el movimiento? La composición era sinfónica, estaba integrada por varios grupos de formas aparentemente anárquicas subordinadas a una forma principal: la madre. Ella alimentaba a los demás pobladores del cuadro. Entonces, escuché su canto de aaas insaciables que salían del magma de la tierra:


“Yo madre, soy vasija arrancada del barro,
grieta de fuego por la que el mundo sale.
Cenagosa en sangre, negra menstruación sobre hombre solo.
Contengo hijos que mueren al violeta y ángeles que nacen al amarillo.
Soy madre, sólo madre vestida de inocencia.
Dadoras de caballos mis ubres de granito
 alimentan los frutos inconscientes
del artista que no pretende encontrarse”.

II 
LA TRÍADA AMARILLA
Después todo se volvió oscuro, algún problema con el generador, pensé. Hacía frío en la pinacoteca, anudé el pañuelo al cuello y no esperé nada, no me moví, segura de que la única acción posible vendría del cuadro. La vibración llegó del amarillo, tan agudo su chirrido que iluminó el arco superior del lienzo donde una tríada de ángeles (el portador, el enhebrador y el jinete) desafiaban a la madre. Ellos sentían el desconcierto de haber nacido, de venir de una escena en la que no estaban porque pertenecía a su anterioridad  (2). Entendí entonces a todos los hijos del cuadro que ahora encontraban espejo en mi mirada, antes eran sólo oscuridad en la placenta dormida del artista.

El primer ángel a la derecha era el portador del cuadro, en su interior se mezclaban agua y sangre:

“ He aquí el resultado que se eleva desde la esperanza, he aquí la transparencia hecha carne, la unidad en el amor. Yo llevo el objeto y lo muestro al mundo, me alejo del origen y atraigo el color. Estoy en lucha: soy el cuadro dentro del cuadro”.

Un hilo de esperma surgía de la garganta de la madre, con él tejía el ángel enhebrador :

“ Yo mezclo el pigmento y el aire que apagan el fuego, las vísceras con la idea que dilata el color . Gracias a mi es posible la distancia del artista a su obra, del amor al deseo. Mi movimiento es sencillo: con lentitud enhebro tu latido al corazón del cuadro”.

El jinete salía del costado izquierdo de la madre levantando las dunas al trote su caballo:

“Yo contengo el futuro, sobre la idea cabalgo. Abandono el sol que cerca los vértices del cuadro. Soy el pionero que se adentra en el tiempo, por encima de abismos y cimas con la mirada fija en el exterior. Tu mano me hizo ayer, hoy soy el hijo pródigo que siembra pupilas de azabache”.

III
LA PALMERA
Escuché un sonido de palomas y cables, las luces de tungsteno comenzaron a alumbrar una a una, me tranquilicé: el cuadro seguía en su sitio. Todos sus tesoros permanecían intactos, salvo la palmera que sangraba. Su sangre goteaba desde el lienzo salpicando en el suelo, allí se juntaba con otro reguero que brotaba del sexo de la madre. Ambos formaban un charco donde nadaban los embriones del arte. Sólo dos sobrevivieron, antes de caer quedaron atrapados en el blanco. Recogí los restos con papel absorbente y me lave las manos. Miré el reloj, eran las doce y cuarto.

IV  
LAS TRES NODRIZAS
Un sonido de celesta, agudo como el frío, salía de la tríada inferior. Su aliento desprendía las brumas de la noche al contacto con las primeras luces del alba. Las tres nodrizas, entre el azul y el violeta, depositaron a los pies de la madre al gran fecundador y quedó preñada de sombras. Después se adentraron en la cueva del cuadro, sus voces repetían:               

“ La tumba tiene más poder que los ojos de la amada.
 La tumba abierta con todos sus imanes”.(3)

V  
VIOLETAZULMARILLO
Se cerraba así el ciclo del azul y el amarillo. El azul adentrándose y el amarillo saliendo horizontal hasta nuestros ojos. Ambos colores condensaban la búsqueda de lo interior en lo exterior, de la muerte en la vida; se limitaban uno a otro: disarmónicos en la armonía del contraste. El violeta era tan sólo un rojo enfriado.

VI   
EL PARAÍSO
Pensé en Jero, en su obra, él es para mi elpintor-poeta, elpoeta-pintor-poeta porque la poesía está antes del hombre y después del fin del hombre. Ella es el lenguaje del paraíso...por eso sólo los que llevan el recuerdo de aquel tiempo, sólo los que no han olvidado los vagidos del parto universal ni los acentos del mundo recién creado son poetas. Las células del poeta están amasadas en el primer dolor y guardan el ritmo del primer espasmo.(4)

Cerré la libreta llena de notas imposibles, ¿Cómo ordenarlas? ¿En qué color? ¿ En cuántas partes? ¿ Con qué sabor o medida?. Salí a la calle. Miré el reloj, eran las doce y cuarto. Jero me esperaba sentado junto a la fuente. Al verle recordé Altazor, el poema creacionista de Huidobro:

Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
La muerte se ha dormido en el cuello de un cisne
Y cada pluma tiene un distinto temblor
Ahora que Dios se sienta sobre la tempestad
Que pedazos de cielo caen y se enredan en la selva
Y que el tifón despeina las barbas del pirata
Ahora sacas la muerta al viento
Para que el viento abra sus ojos

Silencio la tierra va a dar a luz un árbol
Tengo cartas secretas en la caja del cráneo
Tengo un carbón doliente en el fondo del pecho
Y conduzco de mi pecho a la boca
Y la boca a la puerta del sueño

Jero tiró la ropa en la fuente y tiño de agua el amarillo. Con su mirada de erizo clavó espinas en el aire, a su paso sangraban las palmeras y saltó de balcón en balcón hasta el violeta.
Mi visión se volvió blanca de tanto buscarle y ya no veo: jamás podré terminar esta historia.
(1) De lo espiritual en arte, Kandinsky.
(
2)
El sexo y el espanto, Pascal Quignard
(3)Altazor, Vicente Huidobro
(4)Conferencia de Vicente Huidobro en el Ateneo de Madrid el año 1921
Texto de Verónica García García para Leer la colección del CAAM





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1 comentario:

  1. Excelente trabajo, en todo sentido. Sólo quiero que alguien me aclare ¿quién dijo Silencio,la tierra va a dar a luz un árbol? ¿Fue Huidobro? Gracias a quien me lo diga.

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Muchas gracias por colaborar con el blog de Jero Maldonado.

Saludos cordiales desde canarias