Sobre Jero Maldonado

Seleccionar obra adecuada, para exponerla casi de inmediato, entre la ingente producción inédita del pintor Jero Maldonado, es una tarea nada fácil, desde el momento en que hay que reservar - entre tanta carpetas y cuadernos de dibujo - quince o veinte imágenes de ritmos complementarios que lo representan ecléctica y cumplidamente. Un grupo de amigos artistas, en la hora del poniente que oscurece el jardín de su casa-museo, decide elegir esas pocas piezas, que él mismo extiende en el suelo, y las propone ahora como imagen actual y vívida del pintor con perfil cualitativo estable y descastado no solamente dentro de su generación, sino en la perspectiva regional posterior a los años 90.

Fragmento del texto de Angel Sánchez (22-01-04), "Alerta en las Esferas"

lunes, 15 de marzo de 2010

Vida de Artisita

Seleccionar obra adecuada, para exponerla casi de inmediato, entre la ingente producción inédita del pintor Jero Maldonado, es una tarea nada fácil, desde el momento en que hay que reservar - entre tanta carpetas y cuadernos de dibujo - quince o veinte imágenes de ritmos complementarios que lo representan ecléctica y cumplidamente. Un grupo de amigos artistas, en la hora del poniente que oscurece el jardín de su casa-museo, decide elegir esas pocas piezas, que él mismo extiende en el suelo, y las propone ahora como imagen actual y vívida del pintor con perfil cualitativo estable y descastado no solamente dentro de su generación, sino en la perspectiva regional posterior a los años 90.


En ellas está lo mejor de Maldonado: un gestualismo automático – informado por las corrientes históricas del siglo XX – que incendia los recuerdos y corona de flores grises las decepciones que todos recibimos de la historia contemporánea, desde el bólido huérfano de Aytor Senna hasta las maniobras guerreras del cuatrero tejano que decidió dar un salto a lo bestia a la gasolinera iraquí. Pues casi nada de lo que dibuja o pinta este artista es gratuito, fatuo, o meramente recreativo, sino hondamente marcado por lo que llega a sus sentidos y a su conciencia alerta, preferentemente con un fondo de música de jazz que amortigüe el desencante postmoderno.

Se trata de un artista a tiempo entero, que apenas da pausa a su trabajo diario, obligación a la que rara vez se resiste. Humedece el papel para extender sus característicos fondos difuminados, y ahí acaba toda su posible inocencia. Pasa seguidamente a afilar sus uñas – se mantenga o no la humedad en el soporte – y va depositando sobre aquellos las dosis combinadas de rabia y de ternura que conforman su conocida dualidad rítmica, según este el día y la hora, el corazón y la mente.

Lo hace en imágenes donde vibran o reposan en simultaneidad el ictus del poeta que hay en él y la sajada del guerreo que es su sombra: misteriosos óvalos femeninos, siluetas de hombres primitivos, floresta de signos y trazos gestuales de conexión y amplitud desconocidos. Toda su mistura de gestos, presencias y emociones que – en su exclusiva sencillez – discurre desde la podrida realidad a las esferas de la idealidad y que, a niveles estéticos, suponen una laboriosa decantación como estilo.

Alerta pues en las esferas del orden celestial y sus satélites: una vida de artista cruza el aire viciado de saldos y oportunidades a destiempo y, acaso sin pretenderlo, viene a dejar en nuestra memoria visual fragmento del cosmos Maldonado. Una poética del desconsuelo en vías de ser positivada con la elegancia y extrema sensibilidad de quien malvive y sobrevive por y para el arte. Lo hace por supuesto para alegrarnos la vsta; pero también para mantenernos vigilantes en la observancia y defensa de ideales éticos primarios, inseparable del objeto estético. Todo lo que filtra una vida de artista auténtico, condición de la que puede blasonar Jero Maldonado hasta sus últimas consecuencias.

Texto de Angel Sánchez, para la exposición "Alerta en las Esferas" (22-01-04)






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